Muchas empresas invierten en tecnología. Tienen la idea de que comprar tecnología les abrirá las puertas de nuevos y exitosos negocios, pero con frecuencia acaban decepcionadas con los resultados que […]

Muchas empresas invierten en tecnología. Tienen la idea de que comprar tecnología les abrirá las puertas de nuevos y exitosos negocios, pero con frecuencia acaban decepcionadas con los resultados que obtienen y frustradas por lo difícil que les ha resultado obtener beneficios tangibles del empleo de esas nuevas tecnologías.

Incluso en un mundo totalmente conectado como el de hoy conseguir cambios significativos gracias a la implantación de las nuevas tecnologías requiere tiempo y paciencia, lo que no significa que las empresas deban olvidarse de evolucionar tecnológicamente. Más bien todo lo contrario. Leí recientemente un informe publicado por la MIT Sloan School of Management en el que se reflejaban los resultados de una encuesta sobre transformación digital realizada a miles de empresas de todo el mundo. Las conclusiones eran que el 78% de las empresas son conscientes de que evolucionar tecnológicamente es un factor crítico para su supervivencia, pero el 63% decía que estaban adoptando los cambios tecnológicos “lentamente”, sobre todo por “falta de urgencia”.

No es sencillo acometer un proyecto de transformación digital en una empresa. Muchas piensan que les va bien haciendo lo que hacen y que, por tanto. no corre tanta prisa el modernizarse. Además, suele haber muchas barreras internas que superar: los directivos a veces no tienen ni los conocimientos técnicos ni la visión necesaria para involucrar a toda la empresa en un proceso de transformación, ni tienen un roadmap claro y definido para llevar a cabo dicha transformación. Por otro lado, se aprecia en muchas empresas lo que se puede llamar “fatiga tecnológica”: son tantos y tan vertiginosos los cambios que no da tiempo a digerir uno cuando ya se está pensando en el siguiente y todo parece quedarse obsoleto rápidamente. Tienen ganas de decir “por favor, no más cambios ni más evoluciones, descansemos un poco”.

También es normal que las personas de más edad no tengan el mismo grado de entusiasmo ante las nuevas tecnologías que los jóvenes, personas que además están acostumbradas a trabajar con la tecnología antigua de la que ya se dispone en su empresa. Actualizar un sistema obsoleto o migrar a los clientes de ese sistema a otro más nuevo puede ser un dolor de cabeza. Con razón hay un dicho entre los informáticos: “Dios creó el mundo en solo 6 días porque no tenía planta instalada”.

Pero los beneficios de la transformación digital para las empresas son evidentes. Se pueden simplificar notablemente las operaciones y los procesos ahorrando así costes y tiempos y se facilita también el abrir nuevos mercados o nuevos modelos de negocio diferentes de los tradicionales. Aunque quizá el área en la que las empresas pueden obtener resultados más inmediatos con las nuevas tecnologías es en todo lo referente a la experiencia de cliente. Los clientes están permanentemente conectados a Internet, lo que hace que esperen que por defecto sus necesidades sean atendidas casi en tiempo real. La proliferación de dispositivos móviles conectados a la Red provoca que el marketing del momento sea muy importante, porque los potenciales momentos en los que un cliente puede contactar con la empresa se han multiplicado, y la empresa debe estar siempre preparada para responderles.

Además, los consumidores parecen tener un apetito insaciable por todo lo que sea smart: las televisiones se convierten en smartTV, los relojes de toda la vida dan paso a los smartwatches, y hasta los juguetes se convierten en smart toys. Ya no vale con hacer un buen producto, sino que tiene que tener algo diferenciador frente a los demás. Aportar tecnología al producto puede ser una gran fuente de diferenciación que contribuya a aumentar la satisfacción de nuestros clientes.

Entonces, sabiendo que es importante para una empresa acometer la transformación digital pero que puede haber barreras para ello, ¿qué hacer para llevar a la práctica dicha transformación? Lo más importante es tener claro lo que se quiere conseguir: hay que decidir por qué parte del negocio iniciamos la transformación digital. ¿Empezamos por la atención al cliente? ¿Por la definición de los productos? ¿Por las operaciones de la empresa? Es recomendable empezar con pequeños pasos, haciendo proyectos piloto que permitan ajustar los objetivos y desechar aquellos proyectos que se vea que no funcionan. También es muy importante planificar bien los cambios e involucrar en ellos desde el principio a todas las áreas de la compañía que se vean afectadas. Y, finalmente, hay que apoyarse en un socio de confianza y garantía que asesore y ayude a la empresa con los aspectos tecnológicos de la transformación digital.

No basta con sólo comprar tecnología por aquello de decir que “somos modernos e innovadores”. Hay que imaginar cómo queremos que sea nuestra empresa en el futuro, qué queremos cambiar en ella, y utilizar la tecnología como motor de ese cambio. Y aunque puede dar un poco de pereza acometer la transformación digital de nuestro negocio, hay que ser consciente de que es fundamental hacerlo hoy para asegurar su supervivencia mañana.

Foto: Global Panorama


fuente: Con Tu Negocio

Transformación digital: una urgencia del presente
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