Subir-transformacion-digital

Curiosa paradoja la que me encuentro cuando hablo con una pequeña empresa sobre cómo abordar su transformación digital. Y es que muchas veces sucede que quien le presta sus servicios informáticos es quien con más fiereza la desaconseja. Tan llamativo me parece que quien mejor puede entender sus ventajas sea quien se cierra en banda, que no me resisto a bucear en los motivos. Y cuanto más profundizo, más veces me topo con el miedo. Porque todos, sin excepción, tenemos miedo a que alguien reemplace nuestra tarea, destruyendo con ella “nuestros garbanzos”.

Así que este post va por y para ellos, para decirles que los entiendo, que a mí también me pasa. Que no soy mucho de tocar lo que funciona. Que no me lanzo hambrienta a la última novedad que sale al mercado. Que me cuesta meterme a picar en otra mina, cuando tengo mi casa controlada y en orden. Y que, por supuesto, no me encanta que venga alguien a decirme cómo hacer las cosas mejor y sin mí.

Pero lo cierto es que cuando se acerca una ola a la playa, sólo cabe aguantar el revolcón o subirse a la tabla y disfrutar montado en ella. Y eso de la transformación digital, lejos de ser una moda, es un aro por el que todas las empresas van a tener que pasar. Salvo las que cierren antes, claro está.

La receta de la productividad es simple. O ganas más porque vendes a más clientes, porque lo de subir los precios no se lleva, o pruebas a reducir tus costes haciendo las cosas mejor. Porque reducirlos haciendo peor las cosas, que también es una opción, a la larga te traerá problemas. Y me temo que no hay más… salvo añadir que para cocinar este caldo, es imprescindible arremangarse y cambiar.

Te aseguro que cuando el dueño de un negocio se plantea incorporar la tecnología para mejorar su productividad, sigue contando contigo. De hecho, es a ti a quien pregunta y escucha. Y pensar que hacerle desistir de simplificar para reaprovechar sólo porque lo que hay funciona o por seguir conservando la tarea puede ser buena idea en el corto plazo, pero seguro que te hará perderla tarde o temprano. Porque si alguien se propone replantear su pyme incorporando servicios y aplicaciones digitales de productividad, también se replanteará si le merece la pena seguir pagándote cuando ya no eres acompañante en su viaje.

Las aplicaciones online solucionan el 90% de las necesidades del 70% de las pymes, sin infraestructura ni complicaciones. Tarde o temprano, esto que hoy sólo aún saben unos pocos, será vox populi en breve. Igual que pasó con el hardware en su día, el software gana en usabilidad y pierde en complejidad. Aferrado a ellos, dejarás de aportar valor.

Pero es que además las mejoras de la informática online en tu día a día son evidentes:

  • Ahorras en tiempos de gestión, porque te olvidas de la instalación y la puesta en marcha. Y también del mantenimiento. Sólo tienes que planificar tu instalación, que del resto se ocupa el proveedor. Si trabajas para varias empresas, es obvio que podrás atender a más clientes.
  • Gestionas desde cualquier ubicación. Ya no tienes que ir corriendo a casa del cliente. Le tendrás igual de contento tanto si puedes como si no puedes ir cuando te necesita. Puedes cambiar configuraciones y atender nuevas demandas desde donde te estés mejor, porque todas las aplicaciones incorporan capacidades de gestión remota.
  • Y lo mejor, nunca se rompen, ni en lo físico ni en lo virtual. Están infinitamente más “redundadas” y seguras de lo que podrías tenerlas en su ubicación actual. Pero eso no te da valor, sólo problemas y nervios.
  • Y no pierdes el control. Continúas al mando, porque alguien tendrá que impulsar y gestionar todo ese cambio. Un replanteo supone migraciones, de equipos, de aplicaciones y de modos de actuación. La forma de trabajar necesariamente va a cambiar, porque para eso te has metido en ese jardín.

 

Gestionar una transformación supone elegir proveedores gestionando con ellos la implantación de las nuevas “adquisiciones” y coordinar la ejecución de todo el proyecto, decidiendo qué va primero, analizando qué tareas de migración son necesarias… En definitiva, haciendo de cemento en esa nueva infraestructura a la que alguien tendrá que sacar el máximo partido, por muy en la nube que esté. Porque no siempre todo es tan “automático” y porque las personas que la van a usar siguen con los pies en el suelo y necesitarán formación y apoyo.

Si hay herramientas, incluso gratuitas, para hacer una web, ¿no es mejor contratarlas sin más y dedicar tu esfuerzo al contenido y la actualización constante del valor de esa web? ¿O dinamizarla contestando a los comentarios y opiniones de los clientes? ¿O buscar la manera de atrapar leads o pensar qué hacer con los datos que los clientes nos dejan en el formulario de contacto? Créeme, saber html5 no es ya una capacidad necesaria, pero acompañar a tu empresa y aportar valor en el desarrollo de su presencia en Internet es fundamental.

Y nunca se acaba, porque si algo no cambia ahora, mañana tocará ponerse las pilas de nuevo y atacar la modernización en otro frente. Tal vez no sea tan mala idea animarse a salir un poco de la zona de confort, liberándote del trabajo tedioso y manual para dedicar tu know how a ir por delante aprendiendo a sacar a estas nuevas capacidades el máximo partido.

Esta es de verdad la tarea que nunca va a hacer ninguna aplicación. La nube se planta ante ti como tu gran oportunidad. Anímate y súbete el primero a la ola de la transformación digital. Y si tus clientes aún no se han puesto a ello, ¿qué mejor oportunidad de fidelizarles que ser tú quien se lo sugiera?

Foto: Pixabay


fuente: Con Tu Negocio

Qué aporta la transformación digital a tu empresa
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